Y Noa llegó en la Noche de San Juan

Mi hermana  ha sido madre y yo muero de amor. Noa no podría haber elegido un día mejor para nacer: en plena noche de San Juan,  sí, San Juan Bautista, aquel que preparó a la humanidad para el nacimiento de Jesús.

En la noche más corta del año, la que marca -en esta parte del mundo- el solsticio de verano, arropada por miles de hogueras y una “superluna”, que así se llama nuestro satélite cuando se acerca mucho a la Tierra y parece más brillante y grande que nunca. Su presencia, tan cercana, provoca fuertes mareas… y, por lo que se ve, algo más. No viviremos un fenómeno igual hasta dentro de 15 años, y la pequeña Noa no ha querido perdérselo. 

Los valientes esta noche han saltado hogueras para desprenderse de todo lo malo y purificarse. Ella ha saltado el “aro de fuego” -que llaman los médicos - que la separaba del mundo, y así se ha estrenado como hija, sobrina, nieta...

18.000 kilómetros me separan a mí de ellas. No podré abrazar a mi sobrinita por lo menos hasta navidades. No podré dar un achuchón a mi hermana, a la que tanto quiero…  Aquella con la que compartí habitación durante 18 años y cada 28 de diciembre celebrábamos, con patatas fritas, panchitos y Fanta, el aniversario de nuestra buhardilla, nuestro refugio. Mi hermanita… aquella que lloró la noche que me casé porque nunca más volveríamos a compartir cuarto, aquella a la que de cría metía en el armario y no la dejaba salir hasta que no imitara a una gallina, aquella de los ojos verdes y mirada pura, aquella incapaz de mentir sin que se le hicieran dos hoyitos sobre la ceja izquierda, aquella que me dejaba cantar por las noches con el walkman a todo trapo a cambio de darle información sobre el chico de mi clase que le gustaba, aquella tan buena y noble que siempre me perdonaba le hiciera lo que le hiciera, aquella chica altruista que se iba a limpiar las playas inundadas de petróleo del Prestige mientras los demás nos hinchábamos a marisco en Navidad, aquella que dejó su carrera de informática para atender a los más desfavorecidos, aquella niña tímida convertida en una gran mujer, aquella que siguió a su chico hasta Australia por amor, aquella que siempre quiso ser madre y por fin lo consiguió.

Te quiero muchísimo, Jimena. Ya lo sabes pero nunca viene mal que a uno se lo digan. Y si tu hija  es la mitad de buena gente que tú, ya el mundo habrá ganado mucho. Felicidades de nuevo por esa preciosidad, y bienvenida a este circo llamado Tierra, pequeña Noa. Tu nombre significa paz, reposo, tranquilidad... y de eso se necesitan cantidades industriales hoy día. Amor no te va a faltar. Tienes unos padres maravillosos y una familia que te espera con los brazos abiertos. 

Os queremos. ¡Felicidades, familia!