¡Felicidades por tu primer añito, mi niña!

 

Había llegado el momento que tanto habíamos imaginado. Nos miramos con miedo y emoción. Sabíamos que nuestra hija ya casi estaba allí con nosotros. Me moría por verla, notaba que era el final del proceso y que sólo necesitaba un último esfuerzo. Y empujé. Tenía los ojos cerrados y noté perfectamente cómo salía mi hija y después un cuerpo caliente sobre el mío. Piel con piel. Un olor intenso, a vida... Era mi niña, encima de mi pecho, llena de sangre y de suciedad, con los ojos abiertos de par en par. Los dos la miramos. Ella nos miraba sin pestañear, intensamente, y yo no hacía más que hablarle con una voz rota que no era la mía.  Mi marido estaba sin palabras. Eran casi las cinco y media de la madrugada del 28 de abril y Carlota veía la luz por primera vez. Cuántas veces la había imaginado y ahora la conocía de verdad. Sentí un amor profundo e incondicional por ella, que sé que me acompañará toda mi vida. Siempre había oído que no se puede saber lo que es ser madre hasta que se es. Y no hay verdad más grande. ¡¡¡FELICIDADES, CARLOTA!!!